Te voy a visitar cuando pase el virus, me lo
dijo Emiliano, el nieto de tres años, de una amiga de toda la vida.
Cuando pase el virus, no es una fecha, es un tiempo indefinido que no figura en
el calendario, se hará presente en el momento en que recuperemos esa parte de
vida que hemos perdido en nuestra lucha contra el demonio de la
corona.
Cuando estemos listos para visitar la familia, reunirnos con nuestros amigos,
regresar al trabajo, la misa, la junta, la conferencia, el cine y la
calle.
Cuando regrese el fútbol, el hombre que anuncia la mazamorra y él champús, el
del periódico con las últimas noticias y el juego de pelota de las tardes con
los muchachos en las calles.
Cuando el perro vuelva a sentarse en el andén y
los peatones lo saluden chasqueando los dedos o reconozca batiendo la cola a
los "cobra diario y a los testigos de
Jehova".
El virus pasará algún día, tal vez un día de fiesta, para celebrar con asado,
cerveza y baile, para charlar con el compadre, y degustar el tinto que prepara
la comadre, montar en la ciclovía pedaleando hasta el alto del chuzo donde
volvieron a vender sirope con pandequeso.
Para aspirar y palpar en el ambiente ese aire de libertad, velar los
mangos de las calles llenos de fruta madura, porque nadie llego a golpearlos
con una caña de guadua. Y el virus
tendrá que pasar, porque morirá esperando quien le de la mano o lo transporte
inconscientemente a su casa, donde estuvo concentrada la
familia. Y también
sabremos que hemos ganado está guerra sin balas, porque aprendimos de nuevo
aquello que nos enseñaron los abuelos," la casa es el refugio de la
familia a donde tienen prohibido entrar los demonios". Gracias
vecino por quedarte en casa cuando fue necesario, por no llamar a mi puerta
donde me aislé para no contagiarme ni contagiarte, por la música que
compartiste desde la sala de tu casa mientras llenabas la "sopa de
letras" y yo encontraba las palabras del crucigrama.
Saludos jairoache
No hay comentarios:
Publicar un comentario