o, una tira de lino blanco del delantal del tío Arturo, usado en las cirugías de godos y liberales en alguna cabaña del monte, durante la época de la violencia. La verdad es que como no estaba seguro, resolví bautizar cada colilla de tela, con el nombre de algún pariente, atribuyéndole algún oficio durante su vida útil: El overol de mi tío Miguel Ángel, el ebanista que elaboró los muebles de la casa; un tiro de entrepierna que le sobró al tío Argemiro en la sastrería, cuando cortó el paño inglés cosiendo unos pantalones para Jota Londoño, un primo de Quimbaya. También incluí, el bolsillo a cuadritos de paño escocés, del uniforme de la prima Ines, cuando estudiaba en Manizales y desde luego no podía faltar un trozo de tela manchado de plátano de mi padre, usado en la sementera de la "Brisa; también un lienzo de las pinturas de mi tía Rosa. Reservé para mí el más bonito, un retal de "Corduroy", que en aquel tiempo se llamaba "Pana" en tejido de terciopelo a lo mejor de los muebles de mi madrina Teresita, que eran así " bien "pinchetas". Hasta hoy me sigue fascinando el Corduroy, los usó un mis trajes diarios, que son los mismos domingueros. Pero el tiempo pasa y nada es eterno entonces me transformé en ciudadano de Cali, "mira ve", donde el calor archiva las cobijas y se usa ventilador. Me olvidé de mi amor por la cobija, hasta que se presentó la oportunidad de usarla en la finquita del "Retorno" en Filandia, la descubrieron mis hijos en alguna caja de cartón y se adueñaron de ella.
Pienso que tuvo un buen fin, porque para los chicos era más ancestral que para mí. Saludos Jairoache.
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