miércoles, 28 de agosto de 2019

MIS DOCE AÑOS

Cuando termine mis estudios básicos de primaria a los doce años, mi madre me regalo una colcha de retazos.  Aclaro, empecé a los siete, cuando me reconocieron el "Usó de Razón" y pude ingresar a la escuela, antes de esa edad, no se que éramos, hoy, en este tiempo los "culicagaos" de doce, ya son médicos o ingenieros.                                                      Si no hubiese perdido el tercer año, a lo mejor me hubiera regalado, unos tenis, pero como de primero me pasaron a tercero, volando por sobre los aventajados de segundo, entonces termine, mi primaria justo a tiempo.                                                 Llegué a enamorarme de las dos, de la colcha y de mi madre, me pasaba la noche a la luz de una vela, tratando de reconocer cada pedacito de tela, cuatro semanas más tarde encontré, en una esquina un triangulito de la chaqueta de Otto mi hermano, corrí donde mi madre para informarle mi descubrimiento, pero ella me sembró la duda, cuando me respondió" No se, esos retazos me los mandó  Maisabel". Fácilmente, el poquito de tela, que PaCruz, mandaba a comprar cuando, llegaban las nietas con minifalda y el pensaba que la plata no les había alcanzado para el corte.                                              No me di por vencido, quería saber si en mi colorido tesoro de pedacitos de tela, tenía alguno con el valor ancestral de La Londoñera? Tal vez un pañuelo de lona del papa Cruz, que usaba para arrodillarse durante la transubstanciación, del cuerpo de Cristo, en la iglesia de San Francisco,
o, una tira de lino blanco del delantal del tío Arturo, usado en las cirugías de godos y liberales en alguna cabaña del monte, durante la época de la violencia.                                         La verdad es que como no estaba seguro, resolví bautizar cada colilla de tela, con el nombre de algún pariente, atribuyéndole algún oficio durante su vida útil: El overol de mi tío Miguel Ángel, el ebanista que elaboró los muebles de la casa; un tiro de entrepierna que le sobró al tío Argemiro en la sastrería, cuando cortó el paño inglés  cosiendo unos pantalones para Jota Londoño, un primo de Quimbaya. También incluí, el bolsillo a cuadritos de paño escocés, del uniforme de la prima Ines, cuando estudiaba en Manizales y desde luego no podía faltar un trozo de tela manchado de plátano de mi padre, usado en la sementera de la "Brisa; también un lienzo de las pinturas de mi tía Rosa.            Reservé para mí el más bonito, un retal de "Corduroy", que en aquel tiempo se llamaba "Pana" en tejido de terciopelo a lo mejor de los muebles de mi madrina Teresita, que eran así " bien "pinchetas". Hasta hoy me sigue fascinando el Corduroy, los usó un mis trajes diarios, que son los mismos domingueros. Pero el tiempo pasa y nada es eterno entonces me transformé en ciudadano de Cali, "mira ve", donde el calor archiva las cobijas y se usa ventilador. Me olvidé de mi amor por la cobija, hasta que se presentó la oportunidad de usarla en la finquita del "Retorno" en Filandia, la descubrieron mis hijos en alguna caja de cartón y se adueñaron de ella.
Pienso que tuvo un buen fin, porque para los chicos era más ancestral que para mí. Saludos Jairoache.

No hay comentarios:

Publicar un comentario