miércoles, 28 de agosto de 2019

CAFETO

La imagen que conservo en mi mente desde la infancia hasta el día de hoy, sobre un cafeto, o como los llamamos coloquialmente, palos de café, es la de un rancho de hojas verdes, cuyas ramas parten desde la punta de un único tronco, hasta el suelo llenando su exterior de hojas verdes esmeralda y granos por racimos en las axilas que van desde el verde viche hasta el rojo cereza. No sabría responder si corresponden a la variedad" Arábiga, Típica. Borbon , Robusta" o todo eso es la misma cosa.                                                                    Lo que si recuerdo muy bien, es que este tipo de cultivo requería de un sombrío natural que permitiese traslucir el sol, mediante otros árboles anexos más encumbrados. Entonces dentro de los cafetales, se podían encontrar guamos, arrayanes, plátanos nogales, naranjos, zapotes, mandarinos, ciruelos y una gran variedad de frutos que servían en su órden de alimento para los animales silvestres, domésticos y la familia.         El café se sembraba en escoba, colinos de café que crecían en los espacios de los surcos, por los granos caídos al piso. Y esos espacios a la vez se ocupaban con cultivos transitorios de yuca, mafafa,  arracacha o batata que brotaba espontáneamente pegadas a unos cordones largos que al final tenían su premio.                                           Aventurando por los cafetales, conocí también, la liebre, el guatin, zorro, la guagua que arrancaba un palo de yuca con los dientes, dejando trozos entre la tierra para que las gallinas escarbaran, la chorola era mi favorita, una pollita muy ágil corriendo, que tratábamos de alcanzar sin éxito, o la ardilla que se esconde tras los troncos para que no la puedas ver, la iguana  que confundíamos con el dragón del billiken, la zarigüeya que come plátanos maduros de día y de noche gallinas, su socia, la comadreja, que se encarga de los huevos y los pollitos.                            Más arriba en los nidos de los árboles, las aves grandes y pequeñas y muy por encima volando cerca de las nubes, el gavilán que acecha volando en círculos.                              Por la noche el buho y la gallina ciega, que son amigas de la bruja y anuncian la muerte de los enfermos. Había un universo en cada plaza de café, allí vivía el mojojoy, la lombriz tierrera y esos gusanos mide cuartas, que uno podía pescar con un espartillo, con el que hacen sombreros en Aguadas.                             A la cafetera mi padre le había robado un pequeño lote junto a la casa, era el hábitat de los tomates, cebolla, cilantro, cimarron,  ajos,  o la menta y el hinojo, para perfumar el aguardiente del alambique del abuelo.                                                                 Las fincas del Quindio ya no producen ninguna utilidad, por eso los antiguos campesinos se transformaron en hoteleros de turismo, porque es mejor vender desayuno con calentado y cama doble, cada fin de semana, que esperar la cosecha y la traviesa, botando abono caro.                                       Para un plátano, que en mi tiempo se regalaba a quien lo pidiera, ahora hay que ir al supermercado de la ciudad y si es "carulla " que le hace honor a su nombre, vale 1000, pesitos cada uno.
Las viejas casas de madera lucen preciosas pintadas de vivos colores, el corredor con chambrana para mirar los atardeceres llenos de arreboles y la migración de las aves a sus nidos por ahí cerca de algún guadual, nos retrotraen a la quimera.
Que bueno que existe la posibilidad de volver atrás, regresando a esos inolvidables lugares que nos vieron crecer y quedaron grabados para siempre, en los recuerdo de la juventud. Aunque 
la canción diga " Nada es eterno en el mundo", queda un Quindio, donde el tiempo se ha detenido.   Saludos jairoache
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