Garlopas, cepillos, escoplos, prensas, serruchos y seguetas. Un nivel incrustado en la escuadra, tres o cuatro destornilladores, martillos y la hachuela, eran la tentación a nuestros ojos , bajo la vigilancia del tío Miguel Ángel, a quien el día no le alcanzaba para cantar viejas canciones de moda en su tiempo. Un poco sordo de nacimiento y ciego de un ojo, en una pelea de amores, era capaz de transformar un pedazo de palo en un avión, con ruedas, todos tuvimos un trompo, una carreta, hasta un balón de madera. Pero su oficio
no era fabricar juguetes para los sobrinos, que cada día aparecían nuevos, contando los hijos de los vecinos, que aprendieron a llamarlo tío, por razones obvias. Mi padre había sembrado 15 años atrás algunos árboles de nogal, que fueron creciendo y pasando a ser excelentes sitios para que las torcazas construyeran sus nidos, pero llego el día de talarlos para usarlos como madera para los muebles, con un valor sentimental agregado. Todavía tengo una cama sencilla hecha por el tío y cada que la miro, me trae su recuerdo. Era una cajita de música, capaz de hilvanar varias canciones en una sola melodía, empezaba con" senderito de amor", en la segunda estrofa le metía" el amor del jibarito y terminaba con " la última noche" entonces así se escuchaba con su voz sedosa bien entonada" un amor que se me fue, otro amor que me olvido, por el mundo yo voy penando, despierta borinqueñita de mi vida, escucha la canción de nuestro amor que vengo lleno de sueños y de ilusiones, porque la última noche que soñé contigo, alce la cobija y te toque el ombligo"
Saludos jairo.
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