jueves, 16 de julio de 2020

San Felix

San Félix
Mama no conocía el cuento de Blanca Nieves, ni Caperucita Roja y mucho menos el de pulgarcito y las botas de siete leguas", el abuelo siempre le contó historias de arrieros, de su peregrinar por las montañas y ella las usaba para ayudarnos a dormir y olvidarnos del "Coco" que habitaba bajo la cama. Que las mejores papas, las más sabrosas las fabricaban en San Felix, unos hombrecitos de ruana, botas y sombrero y que la fábrica quedaba debajo de la tierra negra y fría en unas lomas amenas donde bastaba escarbar con la mano para encontrar un racimo, de las llamadas
"tocárreñas", pero realmente eran de San Félix y no de Túquerres, el viaje de ida demoraba dos días y tres para regresar,cargados antes del día de mercado. La abuela le preparaba el fiambre para cuatro días, porque en el camino no habían mesones ni tiendas solo casas solitarias en medio del monte, cuyas puertas y ventanas permanecían cerradas para que no se los comiera el tigre: El arroz con guiso, la carne en polvo, los huevos duros, el patacón , un chicharrón de siete escalas y una arepa redonda envueltos en hojas de plátano soasadas a las brazas y atadas con guasca, era suficiente para cada día de camino, junto a la "bogadera" de guandolo en una bota de cuero preparado con panela agua, limón y anís, que al segundo día ya tenía el sabor añejo del licor de alambique.
Que por las tardes había cientos de bultos, para llevar a Manizales y como no había carretera tocaba en mula por unos caminos que parecían
"Zetas", rayando los potreros y al pasar el rio por un vado del camino quedaban lavadas listas para vender por puchas o cuartillas.
También recuerdo con cariño la historia de las hojas peludas del frailejón que traía desde el páramo, donde el clima era tan frío que las hojas se cubrían con finísimas lanas que brillaban en la noche, con la luz de la luna creando espantos y figuras de brujas transparentes. El frailejón era el remedio para la fiebre que en el pueblo se conocía como "los fríos" ( escalofrío) producido por la costumbre de los paisanos de caminar con pies descalzos sobre el empedrado helado. Había que cubrir al paciente desnudo totalmente con las hojas secas, hasta quedar lo más parecido a un itabaco y luego sobarlo con una plancha calentada en las brasas hasta que dejara de desvariar, así se salvaron muchas vidas. Aunque algunos perdieron sus esposas, porque en lo más alto de la fiebre confesaron que tenían moza.
Saludos jairoache.

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