El Bálsamo de Fierabrás
En el capítulo X del primer volumen de Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, después de una de sus numerosas palizas, Don Quijote menciona a Sancho Panza que él conoce la receta del bálsamo. En el capítulo XVII, Don Quijote muestra a Sancho que los ingredientes son aceite, vino, sal y romero. El caballero los hierve y bendice con ochenta padrenuestros, ochenta avemarías, ochenta salves y ochenta credos. Al beberlo, Don Quijote padece vómitos y sudores, y se siente curado después de dormir. Sin embargo, para Sancho tiene un efecto laxante, justificado por El Quijote por no ser caballero andante. Cuando tu cabeza sientas latir más que el corazón
De tus hombros al caminar
Sé de un remedio que un moro me dio
Té quita el tedio y, a veces, también el dolor
O.K.! Va guay! Contra el mal humor
Lo da la tierra, durante los siglos XVI y XVII se produce, tanto en España como en el resto de Europa, una importante difusión de prácticas supersticiosas. Escribe durante los siglos XVI y XVII se produce, tanto en España como en el resto de Europa, una importante difusión de prácticas supersticiosas. Escribe González de Amezúa 48: «Astrólogos judiciarios, vulgares conjuradores, agoreros misteriosos, nigrománticos oscuros, adivinos sibilíticos, descubridores de tesoros y fabricantes de calendarios, ensalmadores y curanderos, hechiceras celestinescas, brujas y xorguinas codiciosas de brutales placeres, componen un mundo nuevo tétrico». Y «en España ─relata el Duque de Maura 49─ las únicas supersticiones rurales de bulto que se denuncian como generalizadas en nuestro país durante la primera mitad del siglo XVII se reducen a estas dos: excesiva fe en los curanderos empíricos y temor, excesivo también, en las fechorías personales del demonio». Cuando don Quijote se preparaba para su tercera salida tuvo lugar el proceso celebrado en Logroño, en 1610, contra las brujas de Zugarramundi. González de Amezúa 48: «Astrólogos judiciarios, vulgares conjuradores, agoreros misteriosos, nigrománticos oscuros, adivinos sibilíticos, descubridores de tesoros y fabricantes de calendarios, ensalmadores y curanderos, hechiceras celestinescas, brujas y xorguinas codiciosas de brutales placeres, componen un mundo nuevo tétrico». Y «en España ─relata el Duque de Maura 49─ las únicas supersticiones rurales de bulto que se denuncian como generalizadas en nuestro país durante la primera mitad del siglo XVII se reducen a estas dos: excesiva fe en los curanderos empíricos y temor, excesivo también, en las fechorías personales del demonio». Cuando don Quijote se preparaba para su tercera salida tuvo lugar el proceso celebrado en Logroño, en 1610, contra las brujas de Zugarramundi.