Cualquier día resolvió extraer la miel, supuestamente aprovechando que la temperatura estaba fría, me pareció interesante observar el proceso, además de que había escuchado que la miel toma el sabor al medio ambiente del lugar. Con un ahumador, que me pareció tenía además de mucho humo un fuerte olor a yerbabuena, mantuvo a raya las abejas y comenzó lo que el llamo el ordeño. Por un descuido uno de los paneles cayó al suelo y al tratar de recogerlo, descuido el control de los insectos. El apicultor estaba protegido con unas mayas que cubrían su cabeza y manos, así que no se movió cuando miles de abejas salieron de todos los cajones y me gritó corra al cafetal y así lo hice, sin saber para qué, las primeras picaduras las sentí en el cuello, luego escuche que me decía, por entre los palos de café en zig zag , pero se me ocurrió meterme debajo de uno que parecía un rancho, tupido de hojas verdes con un lugar debajo y allí me quedé quieto, era mi "búnker" Después de dos horas deje de escuchar el zumbido externo y agresivo de las últimas vigilantes a mi escondite.
Había en el suelo dos pajaritos muertos y un enorme bulto negro adherido a la rama de un árbol a tan solo tres metros de mi sitio.
Me arrastre hasta el cafeto vecino muy lentamente observando el bulto de abejas y luego al otro y otro más hasta poner por lo menos veinte metros de distancia y corriendo llegue a casa, dos de mis hermanas presentaban picaduras, el perro se había metido bajo el piso y estaban quemando cucuruchos de periódico para espantar las pocas que habían entrado antes de cerrar las puertas y ventanas.Al día siguiente mi vecino muy apenado, me llevo dos botellas de miel, prometió llevarse el apiario a otro lugar y yo prometí seguir comprando la miel en el supermercado
lejos de las picadoras voladoras.
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